Aun cuando puedan compartirse valores sobre el significado de la tecnología e, incluso, una radical fe en la misma, trabajar en una startup de Blockchain es, antes que nada, trabajar. Es una obviedad. Pero una obviedad que marca diferencias. Algunas tan radicales como la que separa entre fundadores y participantes originales en el capital de la misma, por un lado, y trabajadores que progresisamente son sumados al proyecto. Diferencias atravesadas de sentimientos y, sobre todo, ambivalencias cuando aparentemente se proponen relaciones
desde cierta igualdad. Una característica que es compartida por la mayor parte de las startup tecnológicas y que es fuente de tensiones.
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Startups blockchain
La condensación simbólica en el concepto de proyecto se convierte en una especie de agitador de emociones. Sus líneas de connotaciones, positivas en nuestra Modernidad, suelen estar muy por encima de su línea de flotación económica y financiera. Hablando de líneas de flotación, en lo imaginario, recuerdan bastante a esas unidades de hombres que se formaban en los puertos europeos, entre los siglos XVI y XVIII, para los viajes de ultramar. En buena medida, proyectos comerciales y marítimos que configuraron el modelo que tenemos de
empresa, con inversores, CEO (capitanes que participaban en los beneficios) y tripulaciones. Lo de hombres es porque prácticamente todos eran hombres.
Convivencia
Un sesgo que, aun cuando más amortiguado en nuestro presente de empresas tecnológicas, sigue claramente existente. Algunos lo han denominado tecnomachismo. Travesías en las que los miembros de la tripulación convivían en un espacio reducido durante las 24 horas de muchos días. Muchos. El proyecto era lo que estaba en la proa. Ahora, en las startups, también está en la proa. Su éxito, el norte. El extenso e intenso tiempo convivido con los compañeros en un espacio relativamente reducido también suele formar parte de las características de las startups. Al menos, que se hagan desde el incipiente teletrabajo, donde la extensión e intensidad del espacio físico son sustituidas por la extensión e intensidad del espacio virtual.
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En las startups se crea una relación triangular, entre empresarios, empleados –ambos con muy alta cualificación- y el propio proyecto en el vértice superior. Esto singulariza a las startups, distinguiéndolas netamente de las empresas tradicionales, fundamentadas en la relación bilateral entre empresarios y trabajadores. De esta manera, la relación entre los dos vértices de la base del triángulo de la startup parece más igualitaria. Pero también es una relación más ambivalente.
Explotación con futbolín al fondo
Con el proyecto, en este caso Blockchain, en la cabecera, el reto es la integración de todos en ese proyecto común. Eso, en un entorno en el que hace falta mucho esfuerzo con unas recompensas del mismo diferidas en el futuro, incierto por definición. Diferidas en forma de participación en la propiedad de la empresa y, por lo tanto, de los beneficios que pudiera generar o de su potencial cotización. Participaciones que, por cierto, quedarán en nada si te vas antes de que triunfe. Diferidas en forma de crecimiento de la empresa, ocupando una posición preferente. El presente, sin embargo, es horas y horas de dedicación pagadas con sonrisas, algunas cervezas en la nevera y una explotación con futbolín al fondo. Donde tu jefe quiere ser tu amigo y es aquí cuando se aceleran las ambivalencias. Es como si tu padre quiere ser tu amigo.
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Cosa muy distinta a que tu jefe o tu padre terminen siendo tus mejores amigos ¿se nota la diferencia? Frente a la ordenada y jerarquizada, vía organigrama, organización empresarial tradicional, parecía que la cultura de las startups traía mayor flexibilidad y menos jerarquía. Pero no es así. Al menos, tal como lo cuenta el relato Uncanny Valley, referido a Silicon Valley. Esa aparente igualdad sirve para que, por ejemplo, el despido se acompañe con una sonrisa. Una ambivalencia que siembra de rozaduras la relación.
Coinbase y el asunto Black Lives Matter
Los mayores roces tienden a generarse en relación a la autoría de lo que se crea y a las manifestaciones políticas. En actividades que se encuentran parcial o totalmente en la denominada economía naranja, el aprovecharse de la creatividad de los otros, asumiendo la autoría de trabajos creados por otros no sienta bien a estos. Tal vez, desde la perspectiva del empresario, seguramente estos empleados fueron contratados por su creatividad. Es decir, porque son creativos. Pero les gusta sentirse creativos viendo reconocida su labor con su
firma.
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La otra fuente de tensión suele tener que ver con la política, desde el ambivalente presupuesto de que se comparten posiciones. Esto, por ejemplo, generó una fuerte tensión a principios de año en Coinbase alrededor del asunto Black Lives Matter. Su CEO y fundador, Brian Armstrong, decidió que la empresa no apoyaría posición política alguna. Tampoco la de Black Lives Matter. Ello desencadenó que 60 de sus empleados, incluyendo directivos, abandonaran la empresa.
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Fuente: Observatorio Blockchain